JOE SATRIANI: MOMENTUM VIRTUOSO EN EL DISTRITO FEDERAL
Por Francisco Zamudio
Fotos: Cortesía OCESA
*** La ¿inexplicable? aparición de Líber Terán como telonero
*** Mike Keneally se robó parte del espectáculo
El guitarrista estadounidense de rock instrumental Joe Satriani, ofreció de nuevo, como desde hace varios años en la ciudad de México, una cátedra de virtuosismo musical que fue aplaudida y hasta coreada a rabiar, por las poco más de 2,900 personas que se dieron cita el pasado 20 de septiembre en el Teatro Metropólitan, en el marco de su World Tour 2014, con el cual promociona su más reciente material discográfico, titulado Unstoppable Momentum.
Alrededor de las 20:50 horas, brotó del sonido local una pieza guitarrera por excelencia, la explosiva “Rock and roll” de Led Zeppelin. Casi a la mitad de la adrenalínica ráfaga de blues y hard rock grabada por Jimmy Page, Robert Plant, John Paul Jones y John Bonham para su mítico disco Led Zeppelin IV, las luces ambientales del teatro se extinguieron violentamente y dejaron todo en tinieblas.
Esa fue la señal que anunció la llegada de Joseph “Joe” Satriani y sus músicos hasta el escenario. Los miembros del supergrupo de rock progresivo y jazz fusión The Aristocrats, Marco Minnemann (batería) y Bryan Beller (bajo), así como Michael Joseph “Mike” Keneally (guitarra y teclados), tomaron sigilosamente sus lugares, listos para iniciar su presentación en cualquier momento.
Ese instante llegó con la abrupta interrupción de Led Zeppelin en los altavoces y las primeras notas de “Jumpin’ in”, un rock and boogie de influencia “ZZ Topera” incluido en su nueva placa, el cual levantó a la multitud de sus asientos, de donde emergieron cientos de expertos en la técnica “air guitar”, con la cual lo escoltaron durante el siguiente track: “Devil’s slide”, del disco Engines Of Creation.
El primero de varios momentos emotivos a lo largo de la expedición sonora, vino con “Flying in a blue dream”. En la pantalla colocada tras la batería, corrió entonces un video grabado en las alturas, entre blancas nubes que parecían transportar el sonido manado de la guitarra Ibanez JS Series color naranja de Satriani; hasta depositarlo dócilmente en los oídos del público.
“México, ¿cómo están esta noche? Estamos muy contentos de estar aquí. Gracias, gracias (en español)”, dijo el también profesor de guitarra de gente como Larry LaLonde y Kevin Cadogan, antes de tocar “Unstoppable moment”, “The weight of the world”, así como “Ice 9”, donde las imágenes detrás suyo, se referían precisamente a grandes bloques de hielo y amenazadoras estalactitas colgantes.
En esta interpretación de corte hard rockero, Joe se enfrentó en un duelo amistoso de guitarra con Mike Keneally, quien replicaba con su Fender Stratocaster lo que “Satch” le mandaba y, en un determinado momento, hasta le pidió con la mano a su ingeniero de sonido “que le subiera” al volumen de su instrumento, replicado hacia él y la banda por nueve monitores colocados sobre el piso.
Sin lugar a dudas, Keneally hurtó una parte de la atención que recibió Satriani a lo largo del concierto. Quizá no era para menos, en su extensa Hoja de Servicios, como suelen decir los militares; están anotadas muchas batallas sónicas combatidas junto a generales del calibre de Frank Zappa, Steve Vai, James LaBrie y Henry Kaiser, entre muchos otros.
Para “The crush of love”, Joe se lució tocando su eléctrica con los dientes y dándole entrada a sonoridades oscilantes entre la influencia del Pink Floyd de David Gilmour en “I’ll put a stone on your cairn” o el férreo empuje de Winger para “A door into summer”, tema que él mismo ha confesado, bien pudo haber formado parte del nuevo disco de Chikenfoot.
De su novel plato sonoro emergió “Lies and truths” con sus complicadas síncopas y teclados escondidos que de pronto hacían recordar a Jon Lord. Inmediatamente, una invitación a mover el cuerpo surcó el aire gracias a “Satch boogie”. Las imágenes del video original de la rola, llenas de bailarines que se despegan del suelo al compás del tapping ejecutado por Joe, la escoltaron en el telón del fondo.
La siguiente sucesión de notas y escalas se instaló en un groove sostenido, de extrema personalidad: “Shine on american dreamer” posee muchos elementos poderosos entre sus notas y eso se sintió en el cuerpo, definitivamente. El mood cambió un poco de dirección con “Three sheets to the wind” y su acariciante estructura melódica-pop, pero sobre todo con “Cryin’”.
La envolvente y sugestiva composición aparecida en el álbum The Extremist de 1992, sirvió para que varias chicas colocaran su cabeza en el hombro de su acompañante o que los novios y esposos se tomaran otra vez de las manos besándose mientras se miraban a los ojos. El tema da para eso y más, aunque cualquier amago de cachondeo extra, se enfrió velozmente para el siguiente corte.
Marco Minnemann tomó la rienda del recital a través de un solo de 5 minutos. Lo notable es que lo hizo diferente, no se dedicó a golpear tambores a velocidades endemoniadas, no, utilizó sus baquetas para estrellarlas de forma cadenciosa sobre sus platillos y la estructura metálica de su batería. En vez de haberse salido del stage, Satriani lo observaba a un lado, moviéndose a su ritmo.
El solo de Minnemann terminó uniéndose con la intro de “Time machine”, uno de los tracks más incorpóreos de Satriani, el cual mantuvo subyugada a la audiencia junto con su siguiente exégesis sónica: “Always with me, always with you”, otro ejercicio etéreo, cuya ejecución posee la habilidad de conectarte en dos vías: Hacia el interior de tu subconsciente y hasta el mismo espacio exterior.
Las incipientes proyecciones cósmicas de los asistentes se estrellaron a los pocos segundos: Un agudísimo sonido de ambulancia salido de la guitarra de Satriani puso a todos nuevamente en la tierra para ponerlos “a surfear con el alien”. “Surfing with the alien”, pieza que le da nombre también a su trabajo más conocido, cimbró las vetustas estructuras del teatro para concluir con el show.
En el encore llegaron dos catalizadores más envueltos en coros. ¿Coros? Sí, en “Crowd chant”, la gente contestaba con cánticos los riffs de guitarra, en tanto que para “Summer song” interpretaban las partes de la eléctrica con vocalizaciones, algo que sucede con bandas como Deep Purple en “Black night” o “Megadeth” y su “Symphony of destruction”, donde todos cantan “¡Megadeth, Megadeth, aguante Megadeth!” durante la introducción y el riff principal.
Alrededor de las 22:45 horas, el despliegue de virtuosismo, destrezas y habilidades artísticas y rocanroleras de Joe Satriani y sus instrumentistas había concluido. Sus seguidores salieron a la calle con una sonrisa dibujada en el rostro, aunque pudo no haber sido así.
LOS ARREGLOS DE LA INDUSTRIA
Desde que a fines de los noventa Control Machete teloneó para David Bowie y U2, han sido muchos los conciertos en la ciudad de México que de pronto dejan una interrogante sobre la frente de quienes asisten a ver a sus rockeros favoritos. Lo del sábado pasado fue igual, nadie se explica cómo llegó Líber Terán ahí.
Las historias detrás de cámaras hablan de los famosos “arreglos de la industria” formados por compadrazgos, favores, deudas y acomodos que se dan entre managers, disqueras, trabajadores de medios masivos de comunicación y demás fauna empresarial, con los empresarios que organizan las funciones musicales.
Si el espectador-meta de Joe Satriani, bien pudo haber sido complacido con las actuaciones de espléndidos guitarristas mexicanos tipo Julio Revueltas, Toño Ruiz de Coda, Alejandro Marcovich o Francisco Yescas, quien en el 2011 editó un material de nombre Ángeles, con una marcada influencia neo-clásica, ¿por qué mandaron a Terán a una arena plagada de leones?
El ex cantante del combo de world music Los De Abajo, apareció en punto de las 20:00 horas junto son su troupe de 9 integrantes, entre ellos el ex tecladista de Fobia, Iñaki Vázquez, quien toca de manera no habitual con el autonombrado “Gitano Western”.
Durante unos 15 minutos, su oferta de superposiciones rítmicas entre el ska, la música tradicional mexicana, la rumba flamenca y el rock, fue tolerada e incluso aplaudida en cortes como “El jardín ideal”. No obstante, su siguiente cuarto de hora estuvo envuelto en abucheos y gritos desorbitados, por parte de quienes no lo aceptaban ni lo habían pedido como acto abridor.
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