THE ADICTS TRAJO SU REVOLUCIÓN PUNK A LA CIUDAD DE MÉXICO
* Al final, la organización dejó entrar a punks que querían hacer “portazo”
* No se respetó la “Ley Seca” en la Carpa Astros por las elecciones
México, D.F., junio 08, 2016 (Francisco Zamudio/TXART). La legendaria agrupación británica de punk rock The Adicts, volvió a la Ciudad de México para escribir una nueva página de su particular revolución al género que fundaran oficialmente los Ramones en 1974 y, de paso, hacer las delicias de los más de 2500 aficionados que se dieron cita el pasado 5 de junio bajo la Carpa Astros.
Vulva, Konflicto de Libertad y Garrobos, fueron los alumnos con alma de sinodales de los ingleses, quienes salieron al escenario mucho tiempo después del último telonero. Justo en ese momento donde la impaciencia dominaba ya a la gente, las luces del sitio entraron en estado catatónico, alrededor de las 21:40 horas, para darle paso a una nueva representación de esta leyenda europea.
Una historia inspirada estéticamente en “The Droogs”, los personajes centrales de la película A Clockwork Orange (en México La Naranja Mecánica), dirigida por Stanley Kubrick y estrenada en 1971. Pero aquí es diferente, The Adicts no despliega ultraviolencia del escenario hacia afuera, sino una serie de canciones que se oyen como himnos, se bailan como himnos y se cantan como himnos.
Michael “Kid Dee” Davison a la batería, Pete “Pete Dee” Davison y John “Scruff” Ellis en las guitarras, así como Davey “Bastard” Menza al bajo, hicieron acto de presencia en medio de una introducción, donde se mezclaron el coro de batalla ramonesco en “Blitzkrieg bop” con la inquietante pieza “Music for the funeral of Queen Mary (funeral sentences)” de Henry Purcell, en la versión de Walter Carlos.
Walter Carlos posee también una mítica trayectoria. Legendario tecladista, pionero de la música electrónica y ayudante de Robert Moog, el precursor del sintetizador que lleva su apellido; Walter se transformó en Wendy Carlos hacia 1972, tras someterse a una operación de cambio de sexo. Con ese tema inicia La Naranja Mecánica y, envuelto en ese tétrico marco, apareció Keith “Monkey” Warren.
Warren es el Alexander “Alex” De Large a The Adicts como Malcolm McDowell lo fue para la mítica cinta. Empero, no llegó hasta su micrófono como un triunfante torero que parte la plaza antes de una faena. No, su aparición al frente del stage fue más bien encubierta, hasta que tomó su lugar y, entonces, desplegó un par de alas a manera de Ave Fénix, para desatar la locura con “Jocker in the pack”.
El cantante no voló sobre la muchedumbre, pero sí las cientos de cartas de un mazo que cruzaron veloces el aire, hasta depositarse en las sudorosas manos de una masa variopinta de aficionados. Sí, no faltaron los mohicanos ni las crestas de gallo sobre las cabezas de muchos asistentes, pero también acudieron otros a quienes su chofer, o un taxi, recogió a la salida del concierto.
En términos generales, hubo respeto entre “la banda”, aunque durante la velada nacieron y murieron varios “mosh pits”, rituales que evolucionaron por cierto del pogo, nacido durante la efervescencia e internacionalización del punk rock a fines de los 70. Sin tiempo ni para respirar, “Let’s go” inició antes de concluir su antecesora, dándole al concierto una sensación urgente y borrascosa.
Unos segundos de descanso solamente le precedieron a “Horrorshow”, extraída de su disco All The Young Droogs (2012), último disco de estudio que ha grabado el grupo, bautizado con el paródico título a esa inmensa canción llamada “All the young dudes”, escrita por David Bowie y que hiciera famosa el grupo Mott The Hopple en un álbum del mismo nombre, editado a fines de 1972.
Trasgresores de la primigenia fisonomía ornamental del punk al añadirle una enérgica personalidad cinematográfica a su banda; “Monkey” toma su papel de maestro de ceremonias con sumo agrado, disfruta cantar rolas tipo “Tango”, “Easy way out” o “Numbers”, mientras abre una sombrilla, de donde salen kilómetros de serpentinas de colores que avienta sobre la multitud, en un acto circense.
“Troubadour”, “Fuck it up” y otras canciones más se sucedieron una tras otra, mientras “Monkey” iba de quitarse su níveo saco inicial hasta arroparse con un chaleco negro de lentejuelas; de pasearse por todo el escenario hasta subirse a una de las estructuras que soportan el gigantesco toldo del ex Circo Atayde, bajándole a cada minuto varias rayas a su maquillaje facial, debido al calor.
“I am yours” y “Angel” sonaron apenas separadas; la velocidad en las manos de Ellis y Davison provoca tornados sónicos, con todo y que este último ronda ya los 60 años de edad. La columna vertebral de la banda es más vieja que todos los fans reunidos el domingo pasado, aunque eso no ha sido nunca un obstáculo a la hora de impactarlos con rolas tipo “Chinese takeaway”, “Bad boy” o “Crazy”.
Con The Adicts la liturgia del encore no funciona. La maquinaria no debe enfriarse y sus integrantes no se detuvieron ni siquiera para su ciclónico cierre, el cual inició con “My baby go trun over by a steamroller”, del disco Sound Of Music (1982); “Who spilt my beer?”, sacada del EP Bar Room Bop (1985) y su rola más conocida en nuestro país, una que “Monkey” presentó así: “Esta canción es para ustedes”.
El himno por excelencia de The Adicts en México, “Viva la revolution”, impregnó de henchida combatividad a la muchedumbre reunida en un punto de la ciudad, que no respetó la ley seca que el proceso electoral desarrollado durante el día, le exigía por ley. ¿La Carpa Astros es un restaurante, único ente económico donde sí se permite la venta de alcohol durante unas elecciones? Nadie sabe.
“¡Levanten la voz, levanten la bandera, aplasten los símbolos de la vida que hemos tenido, viva el pueblo, viva la revolución” entonó “Monkey” con el brazo arriba. Lo dicho, la música de la agrupación nacida en 1975 en Suffolk, Inglaterra con el nombre de Afterbirth, es un epinicio continuo, toda. Si alguna duda cabe, sólo bastó con escuchar el siguiente corte musical para comprobar dicha teoría.
En medio de una lluvia de pelotas gigantes, unas de colores y otras con el logotipo del grupo, que serán muy apreciadas seguramente entre los futuros coleccionistas, The Adicts concluyó su actuación de 90 minutos con “You’ll never walk alone”, del musical Carousel de 1945, otro cántico adoptado desde hace muchos años por el equipo de futbol Liverpool… Y también por la banda.
Keith Warren junto con sus guitarristas, extendió una amplia bandera mexicana antes de juntar a sus cómplices sonoros justamente donde todo había iniciado hora y media antes. Entre aplausos y gritos, se despidieron de sus incondicionales y de sus fans de ocasión, acompañados por la Marcha Número 1 “Pomp and circumstance” del compositor inglés Sir Edward Elgar.
Varias personas que salieron en tropel en busca de la cercana estación del metro o algún otro medio de transporte para regresar a casa, se encontraron con la entrada principal del recinto sitiada, literalmente. Afuera, un grupo de punks quería dar portazo y, al final… lo consiguieron.
Seguramente, los de seguridad fueron avisados de que el show ya había terminado, por lo cual le abrieron la puerta a estos apóstatas de la música, quienes llegaron solamente “a los eructos” del concierto, como debían de llegar siempre debido a su avanzado estado de idiotez.
Imágenes: Cortesía Lulú Urdapilleta
Anónimo
¡Buenas fotos y crónica!